Es una tarde lluviosa en Amsterdam, el coronel sonó la campanilla para avisarle a su empleada que le trajeran el té que se acostumbraba a tomar todas las tardes a la misma hora, en el mismo posillo rallado que poseÃa hacia ya muchos años.
La joven dama toco a repetición muy suavemente la puerta para que el coronel le diera la autorización de entrar para traerle el té.
Su voz potente y cruel resonó en toda la pieza diciéndole a la joven que entrara.
La dama se acerco de un paso veloz y delicado y le puso la bandeja que contenÃa el té sobre su oficina.
Abrio la boca y se escucho una voz muy tierna y asustada diciendo:
- Buenas tardes señor, su hija vino personalmente a traerle estas galletas que preparo durante la mañana para que las disfrutara con su té.
El coronel miro las galletas durante unos segundos y una ligera sonrisa se dibujo en su cara dura y seria.
La joven salir de la oficina y cerro la puerta de la manera mas delicada.
El coronel le hecho a su te una cucharadita de azúcar para endulzarlo y mojo una de las galletas que expedian un delicioso olor a canela en el te y luego se comió la galleta en dos mordiscos.
Esas galletas estaban deliciosas y se las comió todas muy rápido .
Luego de tomar el fondo de la taza, escucho un ruido muy fuerte y algo que le rozo la frente .
Se volteo y vio que una piedra habÃa roto su ventana y se dio cuenta que una astilla de vidrio le acababa de rasguñar la frente..
Se levanto furioso y vio que a la piedra estaba atada con un hilo burdo un papel viejo y arrugado.
Se acerco a la piedra pero un dolor muy fuerte se apodero de el y callo al suelo en una fracción de segundo.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, cogió la piedra y saco el papel y vio una frase:
No se coma las galletas !
El mensaje no tenia firma ni sello.
Unos segundos después el coronel exhalo su ultimo respiro quedando muerto en ese mismo instante.
Unas horas después, la hija del coronel entro a la oficina y vio a su padre sin vida en el suelo.
Vio una piedra y un lazo.
Pero el misterioso mensaje, habÃa desaparecido.
Continuara …
Por: Andrea Vermeire